En su origen eran barras de fútbol que trabajan para el intendente y llegaron hacer durante sus dos mandatos un verdadero brazo armado. Como las Maras en El Salvador, controlaban el territorio con su base en San Damián. El nuevo giro de Zabaleta hacia el gobierno libertario implicó su reaparición. El solo despliegue de sus banderas en la mansión de su líder es un mensaje mafioso que atemoriza a los vecinos de la zona.
La semana pasada el ex intendente de Hurlingham, Juan Zabaleta, hizo público su pase a las filas del gobierno de Javier Milei y su alejamiento irreversible del peronismo. Primero visitó la Casa Rosada para acordar con el número dos de Guillermo Francos y publicar una foto en redes. Después se bajó de la interna partidaria, expresando de forma grosera “Que se metan el partido en el culo”.
Su nuevo empleo lo tuvo sin descanso, ya que al otro día afirmó que “Cristina divide al peronismo” y que “Este gobierno nos trata mejor que el anterior”. De esta forma, Zabaleta sigue los pasos de Daniel Scioli y arremete un giro nuevo a su serie de volantazos históricos, siempre contra el kirchnerismo y Cristina. En 2017 enfrentó a la ex presidenta con Florencio Randazzo y en 2021 intentó lo mismo con Alberto Fernández.
Pero algo salió mal para Juanchi: por eso fue a pedir trabajo a La Rosada y al otro día instruyó a su banda, La Mastur, a que salgan a hacer pintadas y desplegar banderas. La organización delictiva comenzó vinculada al fútbol y creció de forma estrepitosa durante los dos mandatos de Zabaleta como intendente de Hurlingham. Controlaban el narcotráfico del distrito y hasta llegaron a tener aspiraciones políticas, como una remedo tardío de Pablo Escobar. Supieron tener una banca (Sebastián Gaona) en el Concejo Deliberante juanchista.